El movimiento obrero argentino atraviesa un punto de inflexión. En una época marcada por desigualdades persistentes, transformaciones profundas en el mundo del trabajo y renovadas ofensivas contra derechos conquistados, la UNIDAD del pueblo trabajador es un DEBER y sólo podrá sostenerse sobre la base de estructuras que conjuguen representatividad y organicidad en formas vivas, plurales y, en consecuencia, legítimas de participación.
La participación de las mujeres en las organizaciones sindicales estuvo desde sus inicios impregnada de desigualdades en relación a los varones, traduciéndose en dificultades para organizarse y ser parte: dificultad para conciliar el trabajo doméstico y de cuidados ejercido mayoritariamente por las mujeres, más el trabajo remunerado, más la actividad sindical. Nuestras organizaciones sindicales generaron políticas de igualdad de oportunidades que facilitaron la participación de las mujeres en los sindicatos. Lo que hizo que nos organizáramos, creciéramos y nos formáramos para ocupar espacios de conducción y decisión en nuestras organizaciones.
Esto también se vio reflejado en la CGT: con la reforma del estatuto, en el año 2021, que incorporó la paridad cuantitativa en el Consejo Directivo. Lo que dio pie a esta renovada y vigorosa orgánica de mujeres trabajadoras de la Confederación.
Cada una de nosotras ha venido participando activamente al interior de nuestros propios sindicatos, y nos fuimos nucleando en un territorio común dentro de nuestra CGT, porque entendemos que las y los trabajadores nos están llamando a hacer un esfuerzo superior, que debe ser en unidad y con todas las voces, porque allí está nuestra fortaleza.
No fueron pocas las veces en nuestra historia que el movimiento obrero acudió en auxilio de nuestro pueblo y, en esos momentos de profundo dolor, siempre estuvimos presentes las mujeres.
A poco de iniciado el gobierno de Milei, la CGT salió a las calles y en particular las mujeres de la CGT como tales, no solo por el feroz ataque a las políticas de género y el discurso violento hacia mujeres y diversidades, sino porque sentimos que nuestra Patria toda está en peligro y, por lo tanto, debemos comprometernos en su defensa.
En la convicción profunda de que cuando la CGT es protagonista, la Argentina recupera sus esperanzas y reencuentra su destino, las mujeres reafirmamos nuestra vocación y misión.
Los sindicatos somos herederos de una doctrina maravillosa -el peronismo- que no es el pasado, sino el futuro. Una doctrina que proclama que el ser humano está en el centro de toda organización social, que el trabajo es la base de la dignidad y que la justicia social no se negocia.
Las mujeres sindicalistas destacamos, con orgullo, que nuestra CGT es la herramienta imprescindible para la resistencia a este modelo de hambre y exclusión y también un faro para construir una alternativa.
Eva Perón comprendió, mucho antes que muchas y muchos que la justicia social no se conquista sin justicia organizativa, por eso organizó el Partido Peronista Femenino en 6000 unidades básicas. Cuando hablaba a las mujeres del pueblo, no trazaba límites entre lo doméstico y lo político, entre el trabajo y la militancia: reconocía allí una sola trama, un mismo movimiento de dignidad. Su palabra fue fundacional y su legado nos empuja, aún hoy, a ocupar el lugar que ya habitamos.
Este encuentro es la expresión visible de una construcción que se despliega hace años en cada rama de actividad, en cada cuerpo de delegados y delegadas, en cada espacio donde la organización gremial se sostiene con trabajo concreto. No somos espectadoras en esta historia. Nuestra intervención responde a una vocación política que se asume desde la pertenencia y la acción La participación de las mujeres en el mundo gremial ha crecido sostenidamente. En un mundo laboral fragmentado, precarizado y hostil, ampliar las miradas no es una cuestión declamativa, es una decisión clave.
Nosotras somos parte sustancial de la unidad. Nacimos y crecimos dentro del trabajo, de la organización y de la lucha. Somos parte de la fuerza que sostiene, del pensamiento que planifica y de la estructura que negocia. Estamos porque hacemos, y hacemos porque pertenecemos.
Por eso, sostenidas en esta convicción que nos ancla en la historia y nos proyecta hacia el presente, afirmamos que la próxima conducción de la CGT, debe integrarse con más mujeres en lugares claves para la toma de decisiones.
Una mujer al Triunvirato no es una concesión, un cupo, ni un símbolo vacío, sino el reconocimiento político de una realidad que se organiza día a día, que milita con compromiso y que sostiene, en cada rincón del país, la fuerza vital del movimiento obrero. Incorporar esa voz no altera la unidad: la consolida. Le da espesor, le da verdad, le da futuro.
Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública.
¡Es la hora, compañeras! y compañeros
